En un entorno económico cada vez más competitivo y exigente, el control total del proceso de producción es un verdadero activo estratégico. Ser fabricante es algo más que transformar materias primas en productos acabados: es un compromiso con la calidad, la innovación y la satisfacción del cliente. En este artículo, analizamos en profundidad por qué ser fabricante marca la diferencia y cómo este enfoque puede impulsar a una empresa hacia el éxito.